lunes, 25 de enero de 2016

UNA RECETA DE LA FELICIDAD

En mi breve reseña biográfica hablo de una finalidad: vivir en un mundo mejor y ser más felices, pero ¿qué es la felicidad?
Antes de escribir estas líneas, podría haber investigado diferentes definiciones en la web o entre los grandes filósofos de la humanidad u otras fuentes de mayor prestigio y credibilidad, aunque he decidido no hacerlo buscando no “impregnarme” de las ideas o pensamientos de otros. Quizá conviene después que busquemos otras definiciones y las comparemos. Así pues, aunque  esta definición propia pueda parecer algo pobre, patética o poco analizada, voy a tratar de definir de la manera más sencilla posible qué es para mí la felicidad, que es cuanto busco y quiero acercar con mis escritos. Te lo cuento para que sepas reconocerla cuando la encuentres o sepas por donde no has de moverte si la buscas.
Antes de empezar, quizá cabe decir que es difícil estar siempre en un estado de felicidad permanente, pero cuantas más veces lo experimentemos o alimentemos estos estados, más fácil nos resultará, mejor viviremos y también lo harán quienes se encuentren en nuestro camino.
Para empezar a definir la felicidad, partiría diciendo que es un estado de satisfacción personal que proporciona alegría y tranquilidad a nuestras vidas. Si profundizamos un poco, esto tiene bastante que ver con estar a gusto con lo que uno es, hace o tiene; saber disfrutarlo o aprovecharlo; apreciar lo sencillo, sonreír a menudo y para ello es implícitamente necesario carecer de odios, envidias o avaricia.
Así pues, la felicidad se disfruta con lo que se hace, se es o se tiene sabiendo que todo es pasajero y lo que tenemos hoy puede ser que no lo tengamos mañana. Entonces sólo cabe la gratitud hacia lo que se tiene en el momento.
Para mí, la felicidad también está muy relacionada con valores como la honestidad, la sinceridad o la transparencia, dado que si mentimos o tenemos dobles intenciones, estamos atentando contra nosotros mismos y contra los demás y eso genera un estado de intranquilidad o lucha interior, además de la ansiedad que puede provocar este doble juego.
Para ser feliz, también es necesario no contribuir a crear “malos rollos” o causar daños o sufrimiento a los demás; no permitir que predomine el pesimismo en nuestras vidas; no menospreciarnos tanto que demos una imagen que lleve a los demás a actuar de manera caritativa hacia nosotros.
La felicidad da sentido y plenitud a nuestras vidas, pero no nos hagamos ilusiones o que no nos engañen. La felicidad no es algo que pueda darnos nada ni nadie, ni reservado para nosotros en un paraíso después de la muerte. Podemos ser felices aquí y ahora.
Quizá es importante que tengamos presente que a veces nos han acotado la felicidad porque si fuésemos felices no podríamos ser controlados o gobernados por el consumo, el deseo o las religiones que tantos intereses mueven en el mundo; no necesitaríamos de la esperanza que ellos nos venden y por la que nosotros pagamos de un modo u otro; no tendríamos apego o dependencia a nada ni nadie.
Releyendo estas líneas, puede parecernos complejo, pero no nos asustemos; es más fácil de lo que parece. Sólo hay que empezar a poner en práctica alguno de estos aspectos y veremos como cada vez nos cuesta menos.

¿Y tu? ¿Tienes otra receta? ¿Eres feliz? ¿Te gusta lo que haces? ¿Qué harías para cambiarlo si no lo eres?

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