lunes, 28 de marzo de 2016

CÓMO ESCRIBIR UNA NOVELA: DESTINATARIOS

Una vez hemos concretado los objetivos que queremos alcanzar con el proyecto que estamos planificando llevar a cabo, es necesario definir quienes van a ser el blanco de nuestra intervención. En el caso de un escritor, podría resultar ambicioso pretender que su libro llegase a todo el mundo y todos los públicos, porque esto, además de suponer un gran esfuerzo, igualmente podría conllevar que esta meta o adaptación para conseguirla, dejase fuera aspectos importantes que no podríamos incluir de igual modo si nos centrásemos en un público determinado. Así pues, lectores puede haber muchos, aunque sería recomendable que nos centrásemos en un determinado tipo de lector para una novela concreta o para todas nuestras novelas, porque no es lo mismo escribir para un público adolescente que para un público infantil o adulto, masculino o femenino, escolares, estudiantes, universitarios o profesionales de un determinado sector o simplemente para gente interesada en un tema o interés concreto, etc.

Focalizar el destinatario es un paso muy importante que nos servirá para centrar nuestra actuación antes de iniciar la puesta en marcha del proyecto, dado que condicionará nuestra forma de plantearlo y llevarlo a cabo.

En este sentido, una vez tengamos claro nuestro destinatario y nos pongamos manos a la obra con nuestro proyecto, en este caso particular, una novela, es importante tener en cuenta que de algún modo tarde o temprano tendremos que hacerle llegar al lector si nuestro libro es para él o no antes incluso de que lo compre y lo o lea. Obviamente esto correspondería ya a las fases finales de nuestro proyecto, en concreto a la fase de publicación. Para ello, quizá sólo tendríamos como herramienta publicación en editoriales centradas en un público determinado, la venta en sitios especializados en un determinado sector, o en cualquier caso la portada u opiniones publicadas previamente por los agentes colaboradores en nuestro proyecto. Esto es algo que también deberíamos tener en cuenta a la hora de perfilar nuestro destinatario y cómo llegar a él.

Concretado más o menos nuestro destinatario, es necesario conectar con él, con sus expectativas, con sus intereses o inquietudes; con su capacidad de entender e implicarse en la lectura o con la finalidad que él pretende alcanzar con la lectura de nuestra obra, aspectos que entran a formar parte de la metodología empleada para este propósito.
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lunes, 21 de marzo de 2016

MALAS COMPAÑÍAS

Siempre he sido una persona reservada que no ha destacado por tener numerosos amigos, pero a lo largo de mi vida he ido con gente de toda clase, quizá buscando un grupo en el que encajar. Así pues, en su momento frecuenté discotecas con amigos que tomaban drogas; también llegué a ir en el coche de amantes de los “trompos” o la conducción en modo “manos libres” o igualmente me juntaba con “kamikaces” de la bicicleta de montaña, e incluso me agrupé con los “raritos de la pista de baile” o “asaltantes de huertos”.
Aunque eso forma parte de un lejano pasado, rodando entre diferentes entornos y compañías, he de decir que no se me pegó nada; no probé droga alguna, ni fumé, ni me emborraché, ni me dediqué a conducir en modo suicida; tampoco me he dedicado a robar tomates, ni a pintarrajear fachadas, ni a caminar como un vaquero orgulloso que escupe tabaco. Lo cierto es que no encajé en grupo alguno, ni bueno ni malo, y con el paso del tiempo, siguiendo con mi búsqueda, me inicié en el mundo del voluntariado, también en diferentes entidades y ámbitos. Este voluntariado, además de llevarme a conocer a mi pareja, me permitió acceder a una profesión en el sector social y con esta, relacionarme con personas que suscitan numerosos prejuicios entre quienes me puedan ver acompañado de ellas y sepan poco de mí y de mi trabajo.
Está claro que en su ignorancia, a la gente le gustan mucho los “chismorroteos” y antes de preguntarme sobre estos “acompañantes” o a qué me dedico, o incluso preguntarles a otras personas que puedan conocerme de manera más o menos acertada, prefieren entrar directamente  decirles que me han visto ir con malas compañías o como también suelen decir,  personas con “mala pinta”. Lo curioso es que tarde a o temprano, acaban llegándome esos comentarios por un lado u otro. Por suerte, a mi no me importa la imagen que en su desconocimiento puedan formarse de mí, pero si me gustaría que supiesen que debajo de algunas de estas apariencias menos decorosas, he conocido a personas de gran nobleza y honradez; con una fuerza de voluntad digna de admiración; que son auténticos supervivientes en una vida llena de toda clase de penurias. Esto puede contrastar con esas otras personas engalanadas, con muy buena presencia y don de palabra que quizá algunos también conozcamos y que en realidad son auténticos sinvergüenzas, falsos, deshonestos, ladrones y explotadores. ¡En fin! ¡Cosas de la vida! Y aunque sabemos que las apariencias engañan y muchos promulgan a los cuatro vientos que la belleza está en el interior, parece que siempre nos dejamos hechizar más por una buena imagen exterior que por lo que una persona pueda ser en realidad.

Puede resultar triste este comportamiento humano, pero también he de decir que yo tampoco soy perfecto y por desgracia igualmente he de incluirme aquí, porque después de todo, también soy una persona con mis prejuicios sobre la apariencia de las personas, aunque por suerte, mi trabajo me ha dado la oportunidad de tratar de conocer mejor a las personas antes de opinar y al menos no me dedico a estos “chismorroteos”.
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lunes, 14 de marzo de 2016

CÓMO ESCRIBIR UNA NOVELA: OBJETIVOS

Siguiendo con la planificación de nuestro proyecto, en mi caso escribir una determinada novela, debería definir no sólo cuál pueda ser propia mi meta con ella, sino qué espero conseguir en el lector. Tendría por tanto diferentes tipos de objetivos en mi planteamiento. En primera instancia, lo que deberíamos preguntarnos es dónde quiero llegar con ella, si quiero presentarla a una editorial o a un concurso literario o si quiero publicarla por mí mismo; qué quiero que sea: un libro comercial y muy vendido o un libro que cuente lo que yo creo que es importante y necesario o el libro que diga quién soy o por el que me conozcan otras personas o un libro que suscite polémica y crítica.
Y por otro lado, siendo los objetivos más importantes y que deben primar en todo proyecto, deberíamos preguntarnos qué esperamos conseguir en el destinatario final, en mi caso el lector: ¿Qué compre el libro? ¿Qué lo recuerde una vez leído? ¿Qué tenga algún determinado sentimiento? ¿Qué reflexione sobre un tema concreto? ¿Qué pase un buen rato leyendo? ¿Qué lo lea con avidez? ¿Qué quiera leer más? ¿Qué empatice con algún personaje? ¿Qué se cree una determinada opinión? ¿Qué se crea una historia? ¿Qué le empuje a cambiar o actuar?... 
Éste último es el apartado más difícil, porque en cierta medida dependerá no de nosotros mismos, sino del lector, de lo que conozcamos o sepamos de él y sus necesidades, y aquí entrará en juego nuestra habilidad para conectar con él. Es ahí donde está el truco, la diferencia respecto a cualquier otro proyecto. Esto implica definir y conocer bien a un destinatario concreto: lectores puede haber muchos, pero nosotros podemos centrarnos en un determinado tipo de lector para una novela concreta o para todas nuestras novelas.
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lunes, 7 de marzo de 2016

MI VESTUARIO

Soy hijo de familia trabajadora y crecí en una cercana y reconocida escuela a la que iban niños de familias más adineradas, donde todos se medían ya por la apariencia desde pequeños. Yo no podía vestir aquella ropa de marca que tanto lucían mis compañeros y quizá aquello debió suponer alguna clase de pequeño trauma para mí, porque cuando me puse a trabajar, lo primero que empecé a hacer fue comprarme toda aquella ropa de marca que no pude tener antes. Llegué a tener catorce pares de calzado a cada cual más caro; igualmente sucedía con los pantalones, relojes, camisas, etc. Cuidaba tanto mi vestuario, que hasta mi padre le dijo a mi madre que yo no debía engalanarme así, que al fin y al cabo era hijo de un trabajador y debía vestir como tal.
El tiempo pasó, y como todo en mi vida, por mí mismo, sin dejarme influenciar por opiniones ajenas, aquel interés por la ropa de marca se desvaneció. Me sigue gustando vestir más o menos igual. Me gustan los náuticos, los pantalones chinos, llevar camisa y jersey o un polo en verano; todo con una apariencia formal y más clásica, pero lo cierto es que la marca ya me da completamente igual. Se pueden encontrar unos zapatos idénticos o muy similares a otros de una reconocida marca, que sin ser imitación, duran y sirven para lo mismo; que tienen buena calidad y además están hechos en nuestro país. Lo mismo puede pasar con la marca del teléfono. No necesito medirme con nadie ni aparentar una clase social a la que no pertenezco. El valor económico de una marca, para mí no es tal y más bien a veces me parece una estafa para el consumidor comprar algo que puede ser de una reconocida marca, pero que está hecho en cualquier país asiático para abaratar costes y obtener mayores beneficios y que además tampoco tiene mayor calidad que cualquier otra prenda de marca desconocida.
Aún así, mi cuidado y formal vestuario hizo que antes de conocerme, por lo que ella le contaba a su hermano, mi cuñado le dijese a mi futura mujer que, dada mi edad y aspecto y el hecho de no tener pareja, era un claro indicador de que yo era “gay”. ¡En fin! La gente es libre de pensar y creer lo que quiera y yo tengo bien clara mi identidad o gustos sexuales.
Después de todo, lo curioso resulta que el valor de la apariencia para mi es tal, que incluso me atrevo a decir que llevo ya muchos, muchos años sin comprarme ropa porque tengo un cuñado que invierte bastante dinero en ella y cambia pronto de vestuario, y salvo los zapatos que desecha, que son grandes y en absoluto resultan de mi gusto, me ha vuelto llenar el armario con toda esa ropa que hace muchos yo me compraba. También tengo un yerno de una tía de mi mujer que me proporciona la misma clase de ropa, aunque esta si puede estar un poco más trillada. No me importa decirlo.
Así que si me veis con un jersey, unos pantalones o una camisa que “cuestan una pasta”, no os dejéis engañar por la apariencia. Sabed que no me los he comprado yo, que son de segunda mano, que me los han dado usados y a mí no me importa llevarlos. Yo soy quien soy y no necesito aparentar nada.
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