lunes, 12 de junio de 2017

CARNÍVORO

Debo tener algo de licántropo. Siempre he sido muy peludo, pero al margen de esas vellosidades que cubrían generosamente hasta la regata de mi culo, seguro que tengo algo de carnívoro. Aunque todo depende de por dónde se mire, porque lo cierto es que en mi dieta hay poca carne. Prácticamente si el bicho no tiene pechuga no me lo como y sí, soy de esos que le quitan la grasa al jamón o a una chuleta y también huyo de tocinos, panceta, careta o orejas de cerdo como alma que lleva el diablo. No soy como un lobo o un león de jaula que se conforman con comer un trozo de carne de matadero. Mi faceta carnívora gira en torno a otros aspectos. Me gusta la carne, pero esa que está viva y atrae mis ojos despertando los instintos más animales que se esconden dentro de mi ser. Me gusta darle bocados a mi mujer, a mis hijos. Si, cariñosos y sin llegar a arrancar pedazo de carne alguno, ni tan siquiera llego a dejar marcas, pero admito que de vez en cuando alguna dentellada se me escapa y provoca algún que otro pequeño grito de sorpresa y cierto dolor.
¡Mmm! Esa carne tierna, suave, rosada, sin vello… A mi alcance. Sólo de pensarlo ya se me hace la boca agua como si estuviese ante un frasco de pepinillos en  vinagre. Por el momento no me ha dado por salir de noche a cazar cualquier “animalillo” desprevenido porque lo cierto es que por el día hay más presas que salen a de sus madrigueras y además se ven mucho mejor. Y aún más ahora, en plena efervescencia primaveral o ante el verano que ya se aproxima. Mis ojos están ávidos de carne. Y por si fuera poco, en estas fechas por la calle hay mucha carne fresca circulando desprevenida y alegremente. Veo a esas mozas luciendo pantorrillas, escotes, minifaldas, shorts, ombligos al aire, nucas al descubierto, bustos con fantásticas vistas y mayas que resaltan generosos contornos y… A más de una le saltaría encima para darle un bocado, pero por suerte los mecanismos represores de mi subconsciente funcionan correctamente y no me ha dado por ahí. O quizá no salto sobre nadie porque soy como un león que está bastante saciado  con la carne que tengo en casa y por ello me conformo con  mirar, pero… ¡Chicas, cuidado con lo que enseñáis, que no somos de piedra y hay mucho animal suelto! Tal vez alguien se sienta escandalizado con todo esto, pero al fin y al cabo forma parte de mi naturaleza íntima y estos son algunos de los ingredientes con los que se forman mis novelas

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