lunes, 22 de abril de 2019

HABLAR O NO HABLAR

Soy un tipo de apariencia seria y muy formal, o al menos así me consideran aquellas personas que me conocen de manera algo superficial. También puede decirse que soy muy poco hablador, y menos aún en público, hecho que refuerza mucho más todavía esta imagen de persona sumamente seria.
En algún momento, el hecho de no pronunciar bien la “R”, que me da una forma de hablar muy característica y que incluso ha llevado a algunas personas a creer que soy de procedencia extranjera, quizá ha propiciado que limitase mi expresión verbal. Aunque si hay algo que ha marcado más mi capacidad comunicativa, ha sido esa timidez que, por más que me esfuerce en combatir, sigo teniendo agazapada en algún rincón del fondo de mi ser y que a menudo me ha hecho desear ser una persona invisible.
De algún modo, me cuesta entender lo que consideraría una imperiosa necesidad de tener que hablar de algo, aunque sea trivial, como si el silencio nos incomodase; como si buena parte de esas palabras que circulan en el interior de nuestro pensamiento tuviesen que salir para no aglomerarse dentro de la cabeza y generar más desorden y caos. Aunque eso sí, es posible que filtremos mucho lo que vamos a decir y en consecuencia, esos pensamientos más nuestros, más íntimos, trascendentes, verdaderos e interesantes, queden por salir y las personas prefieran hablar de fútbol, del tiempo, de moda, cotilleos o incluso política, antes que de sí mismas o sus propias impresiones sobre lo que su interlocutor pueda generar en ellas, que es precisamente lo que más me interesaría escuchar.
Por otro lado, algunas veces siento cierta necesidad de hablar, bien por tratar de hacerme ver, darme a conocer, o por buscar la manera de conectar con el otro, o porque puedo pensar que a la otra persona le incomode el silencio. Y es en este momento, cuando las palabras en combinación con el deseo de expresarlas y la misma timidez, provoquen que salgan atropelladamente de mi boca. Así hablo rápido, quizá para no extenderme demasiado y provocar el aburrimiento o por no hacer perder tiempo a los demás ni el mío propio.


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