lunes, 16 de diciembre de 2019

EL PATINETE Y LA ESTUPIDEZ

Me preocupa el cuidado del medio ambiente, además de mi propia salud física. Por ello, una de las medidas que utilizo en la mayoría de mis desplazamientos urbanos es ir en patinete, aunque también voy a pie o en bicicleta. Utilizar unos minutos más o menos en los desplazamientos para mi es muy importante. Así, invierto unos 26 minutos en ir de mi casa al trabajo a pie a buen ritmo. Este tiempo se reduce a 8 minutos si voy en bicicleta, pero no existe sitio para dejarla con tranquilidad. De modo que casi todos los días elijo el patinete como medio de transporte más práctico, saludable y ecológico, con el que tardo 15 minutos y lo puedo dejar cerca de mí, en cualquier parte sin que estorbe ni que me lo puedan quitar.

Resultó algo difícil encontrar un patinete adecuado, porque, aunque se vendan como urbanos, las aceras y su mal estado, bordillos y pequeñas pendientes se convierten en todo un peligro, además del agua de lluvia o de los servicios de limpieza de calles o portales. El tipo de rueda y su tamaño son determinantes, así como todas y cada una de las uniones de sus diferentes partes. Busque mucho. Hace un tiempo compre uno, y aunque tenía las ruedas grandes, eran duras y finas y parecía que se iba a desmontar en cualquier momento. Lo utilicé pocas veces porque daba miedo ir con él por las aceras y más si estaban un poco mojadas. Así que se lo pasé a mis hijos para que lo utilicen en el parque.
Seguí buscando otro patinete y los eléctricos se pusieron en auge, que, aunque pueden resultar un buen medio de transporte urbano, ágil, rápido… Siguen necesitando una fuente de energía, con lo cual, para mi no resultan del todo respetuosos con el medio ambiente ni pude decirse que se contribuya mucho a darle más movimiento al corazón.
Tras seguir buscando, finalmente encontré lo más parecido a un patinete perfecto: ruedas neumáticas bastante grandes, manillar ancho, ligero, robusto, sin baterías; un auténtico todoterreno con el que no hay bordillo ni acera que se resista; con el que incluso puedo circular por pistas de tierra o grava. Se inauguraba a la vez un carril bici que también podía utilizar con el patinete.
Y así fue como este cuarentón empezó a moverse por la ciudad con un patinete como si de un niño o un adolescente se tratase. He de decir que se hace mucho ejercicio. Las piernas casi trabajan más que con la bici. Se tira también mucho de brazos y el propio movimiento hace que igualmente se trabajen los abdominales, y más cuando se utiliza en cuatro trayectos diarios sumando una hora un día tras otro.
Soy persona que voy a mi aire y no me importa cuanto la gente pueda decir, pero me choca la avidez con que el ser humano es capaz de meterse en cualquier aspecto de la vida de los demás y emitir fácilmente juicios sobre todo: las compañías con las que va, la ropa que utiliza, si tiene tatuajes, la nacionalidad, la forma de ser, el peinado, el peso, el color de la piel, la religión, su inclinación sexual, la edad, la profesión, el estado civil… Y también… el medio de transporte utilizado. “Muy mayorcito para ir en patinete, ¿No?”, “El patinete ya no es para ti”, “¿A qué niño le has quitado el patinete?”, “Madura, que no tienes edad para ir en patinete”, son algunos de los comentarios que he oído o que también cualquier otra persona podría pensar sin atreverse a decir.
¿Porqué tenemos que meternos en la vida de los demás sin tan siquiera conocer nada de ella? Quizá porque como decía un célebre y conocido físico “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”.
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viernes, 13 de diciembre de 2019

VOCACIÓN FRUSTRADA

Hace ya muchos, muchos años que trabajo en el ámbito social y he de decir que me gusta hacerlo, y que no hay nada como trabajar en aquello que realmente te gusta. Hace relativamente poco, por circunstancias diversas en mi vida tuve que retomar el trabajo en una fábrica del sector metalúrgico, en el que ya había trabajado antes siguiendo caminos trazados por la familia. Aunque ese sector no me desagradaba, recuerdo que hace poco salí un día de la fábrica y por casualidades o no del destino, me invadió una extraña sensación de libertad por haber dejado momentáneamente atrás el taller. Por otro lado, casi a la par, tras haber acabado de realizar unas acciones de voluntariado en una ONG, sin parar a almorzar y sin haber tenido apenas tiempo para comer, salí con una agradable sensación de bienestar y plenitud que me sorprendió al poder comparar en un breve espacio de tiempo estas dos sensaciones tan opuestas.
Esto me llevó a decantarme a pensar que debo proseguir mis andaduras por el sector social, aunque existe otro ámbito de mi interés como es la informática, que puedo decir que me ha acompañado durante ya más de veinte años, habiendo aprendido mucho por mi cuenta y necesidades del trabajo que he ido desarrollando en el mundo social. Sé ensamblar ordenadores, instalar sistemas operativos, conectarlos en red, hacer páginas web, diseño gráfico, ilustraciones y maquetado de libros, crear formularios, bases de datos, herramientas de evaluación, e incluso cuadernillos de test psicológicos.
Este año, tras haber pasado a las filas del desempleo y acabar unos estudios sociales, mientras salía o no algún trabajo de lo que hasta el momento podría considerar "lo mío", a la vez que trabajaba en una fábrica, quise profesionalizarme en este otro campo con tantas salidas profesionales y en el que tantos conocimientos he ido cultivando por mí mismo a lo largo de muchos años. He de anotar que la informática también cuadra bastante con mi forma de ser algo introvertida, metódica y reservada capaz de dedicarse ciegamente a pasar horas y más horas absorto mientras trasteo con un ordenador y supero las dificultades o retos que me puedan ir surgiendo en un campo que para mí no tiene fin y no para de cambiar y evolucionar. Quizá de ahí se deba también el atractivo que suscita para mí.
Así, cursé la preinscripción para formarme como informático a la vez que en el fondo de mi ser me planteaba si quería empalmar unos estudios con otros y si podría llevar bien el trabajo en una fábrica, con la vida familiar y las tareas del hogar con unos estudios bastante más complejos que requerirían mucha mayor dedicación que los anteriores, acompañados de la rama matemática que no es precisamente plato de mi agrado. Nuevamente, por cambios laborales posteriores, estudiar algo más profesional relacionado con la informática parece haber quedado relegado para otro momento de mi vida.
Me queda el consuelo de creer que quizá pasar a una versión más pura y profesional del mundo informático, pueda perder parte del encanto, curiosidad e interés que me ha despertado siempre y no sea como parece, pero mientras no sea así, puedo seguir pensando en ella como otra posible profesión en la que en un futuro pueda desarrollarme y crecer como persona, aunque vayan pesando sobre mí el paso de los años en este mundo tan competitivo. Aún así, espero que siga a mi lado como ese compañero fiel, que ofrece su apoyo y compañía y que juntos podamos llegar bien lejos.
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