domingo, 26 de diciembre de 2021

El cuento de la mierda

VER VÍDEO DEL CUENTO (en valenciano):

https://www.youtube.com/watch?v=t1J1Ml7N4nw

Cuentan que, en los inicios del mundo, cuando nació el primer ser humano, todos los órganos vitales y partes importantes del cuerpo empezaron a discutir sobre quién sería quien tenía que ser el jefe y mandar.

El cerebro expuso: "Yo tengo que ser quién mande, puesto que soy el órgano más evolucionado de toda la creación y coordino el funcionamiento de todo el cuerpo".

Pero enseguida los ojos se opusieron argumentando: "No puede ser así porque somos nosotros quienes guiamos todo el cuerpo y si no fuera por nosotros, os estrellaríais en cualquier lugar".

“Me sabe mal el malestar que estáis generando con este debate, pero no hay duda que yo soy quien os aporta la sangre a vosotros y por tanto no puede haber duda que mi papel es el más importante de todos", dijo el corazón con su intervención.

“¡Ei, ei, ei!. ¡A ver! Que soy yo quien os da de comer a todos y sin mí moriríais de hambre, así que está claro que quién tiene que mandar soy yo”, dijo el estómago un poco indignado y cansado tras una pesada digestión.

“¿Y qué decís de nosotras?” -dijeron las manos levantándose hacia arriba- “Si no fuera porque nosotras cogemos la comida, no habría nada que digerir y por tanto el estómago no os podría dar de comer, así que ya está claro quién tiene que mandar. ¡Son las manos las que mandan!

Las piernas pidieron su turno para hablar y se declararon ellas misma que iban a ser las que mandaran porque según ellas cargaban y transportaban todo el cuerpo.

De repente, escucharon una voz allá por las profundidades del cuerpo: “¡ya está bien! ¡Ya me he cansado de tanto ajetreo! ¡Yo voy a ser quién mande y no hay nada más de qué hablar!”.

En aquel momento, todos se indignaron al escuchar aquella parte que hablaba con tanta osadía, que ni siquiera se había presentado y además no daba la cara.

Pero enseguida se empezaron a reír cuando se dieron cuenta que era la mierda quien acababa de hablar diciendo que iba a ser ella quien mandara.

“Esto no puede ser!” -dijeron todas las partes del cuerpo a la vez- “la mierda nunca puede mandar; ella ya está prácticamente fuera del cuerpo. Nadie te quiere ni estará dispuesto a obedecer tus órdenes”.

Y todos estallaron con muchas carcajadas.

“Bien. Vosotros os lo habéis buscado”. Así la mierda se negó a salir del cuerpo. Empezaron a pasar los días, una semana... Y los días continuaban pasando y la mierda no salía.

Los primeros en sentir la tensión fueron los ojos, que se pusieron rojos y veían mal. Después el cerebro empezó a marearse. El corazón latía despacio. El estómago no podía digerir porque no le cabía nada y no podía empujar nada hacia las tripas, que estaban saturadas. Llegó el momento en que las manos y las piernas empezaron a temblar... Y no habían pasado más que unas pocas semanas.

Aquello no se pudo aguantar más, entonces todos aclamaron:

-“¡Ya está bien! ¡Que mande la mierda!, que ya no podemos aguantar más”.

Y es así como desde aquel momento cualquier mierda puede mandar.


¿Qué es la mierda?

El subproducto de la digestión humana, aquello que nuestro cuerpo desecha.

¿Y que representa esta metáfora en las relaciones humanas?

Todo aquello que rechazamos: el odio, el rencor, la avaricia, la rivalidad, el orgullo, la envidia...

¿Cómo sacamos todo esto?

Con la presión de la fuerza, la violencia, el reproche, la dominación, el desprecio, la comparación, el miedo...

¿Cuáles son las consecuencias de esta lucha por el poder?

Este es el conflicto del que acontece todo aquello que rechazamos: el subproducto de la digestión humana, que se produce de las relaciones, vivencias, aprendizajes que asimilamos y que condicionan nuestra forma de vivir y relacionarnos con los otros. Y es precisamente la “mierda”, este residuo que representa todo aquello malo como el odio, el rencor, la avaricia, la envidia, los celos, la indignación ... Curiosamente es lo que parece acabar dominándonos y que expulsamos por medio de la fuerza, la violencia, la dominación, el reproche, el desprecio, la comparación, la indiferencia, el miedo...

Podemos comparar la sociedad construida con sus diferentes individuos con las partes del cuerpo. Se ve la importancia de valorar a cada persona cualquiera que sea su función para que todo funcione adecuadamente.

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