Me preocupa el cuidado del medio ambiente, además de mi propia salud física.
Por ello, una de las medidas que utilizo en la mayoría de mis desplazamientos
urbanos es ir en patinete, aunque también voy a pie o en bicicleta. Utilizar unos
minutos más o menos en los desplazamientos para mi es muy importante. Así,
invierto unos 26 minutos en ir de mi casa al trabajo a pie a buen ritmo. Este
tiempo se reduce a 8 minutos si voy en bicicleta, pero no existe sitio para
dejarla con tranquilidad. De modo que casi todos los días elijo el patinete como
medio de transporte más práctico, saludable y ecológico, con el que tardo 15
minutos y lo puedo dejar cerca de mí, en cualquier parte sin que estorbe ni que
me lo puedan quitar.
Resultó algo difícil encontrar un patinete adecuado, porque, aunque se
vendan como urbanos, las aceras y su mal estado, bordillos y pequeñas
pendientes se convierten en todo un peligro, además del agua de lluvia o de los
servicios de limpieza de calles o portales. El tipo de rueda y su tamaño son
determinantes, así como todas y cada una de las uniones de sus diferentes
partes. Busque mucho. Hace un tiempo compre uno, y aunque tenía las ruedas
grandes, eran duras y finas y parecía que se iba a desmontar en cualquier
momento. Lo utilicé pocas veces porque daba miedo ir con él por las aceras y
más si estaban un poco mojadas. Así que se lo pasé a mis hijos para que lo
utilicen en el parque.
Seguí buscando otro patinete y los eléctricos se pusieron en auge, que,
aunque pueden resultar un buen medio de transporte urbano, ágil, rápido… Siguen
necesitando una fuente de energía, con lo cual, para mi no resultan del todo respetuosos
con el medio ambiente ni pude decirse que se contribuya mucho a darle más
movimiento al corazón.
Tras seguir buscando, finalmente encontré lo más parecido a un patinete
perfecto: ruedas neumáticas bastante grandes, manillar ancho, ligero, robusto,
sin baterías; un auténtico todoterreno con el que no hay bordillo ni acera que
se resista; con el que incluso puedo circular por pistas de tierra o grava. Se
inauguraba a la vez un carril bici que también podía utilizar con el patinete.
Y así fue como este cuarentón empezó a moverse por la ciudad con un
patinete como si de un niño o un adolescente se tratase. He de decir que se
hace mucho ejercicio. Las piernas casi trabajan más que con la bici. Se tira
también mucho de brazos y el propio movimiento hace que igualmente se trabajen
los abdominales, y más cuando se utiliza en cuatro trayectos diarios sumando
una hora un día tras otro.
Soy persona que voy a mi aire y no me importa cuanto la gente pueda decir,
pero me choca la avidez con que el ser humano es capaz de meterse en cualquier
aspecto de la vida de los demás y emitir fácilmente juicios sobre todo: las
compañías con las que va, la ropa que utiliza, si tiene tatuajes, la
nacionalidad, la forma de ser, el peinado, el peso, el color de la piel, la religión, su inclinación sexual, la
edad, la profesión, el estado civil… Y también… el medio de transporte utilizado.
“Muy mayorcito para ir en patinete, ¿No?”, “El patinete ya no es para ti”, “¿A
qué niño le has quitado el patinete?”, “Madura, que no tienes edad para ir en
patinete”, son algunos de los comentarios que he oído o que también cualquier
otra persona podría pensar sin atreverse a decir.
¿Porqué tenemos que meternos en la vida de los demás sin tan siquiera
conocer nada de ella? Quizá porque como decía un célebre y conocido físico “Dos
cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo
segundo”.
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